
SORORIDAD & PSICOANÁLISIS
Publicado el Lunes, 17 Feb. 2025
SITUACIÓN ACTUAL
El siglo XX fue escenario de grandes movilizaciones sociales y políticas, donde los colectivos feministas, sufragistas y frentes de liberación homosexual tuvieron un rol primordial al poner en tela de juicio la moral sexual, la autonomía corporal, los derechos humanos y el carácter de la ciudadanía. Como consecuencia de estas luchas en varios países de Europa, América y otros, se ampliaron los márgenes para la participación política, se inició un tránsito hacia la autonomía económica de las mujeres históricamente relegadas al trabajo doméstico gratuito, con mejoras de derechos laborales, conyugales, sexuales y reproductivos, junto a una redefinición creciente de la paternidad.
Sin embargo, ello no impidió que prosperen diferentes reciclajes cada vez más sutiles de los mecanismos de subordinación y reproducción de la matriz heterosexual (Butler, 1990), bajo nuevos mecanismos de control de la subjetividad y formas de tutelaje.
De la insuficiencia en materia de igualdad jurídica y social de género da prueba, entre otros, el Informe "Género en cifras: mujeres y varones en la sociedad argentina - Aportes para el desarrollo Humano en Argentina 2011”, realizado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (Chaer, 2011). Allí se afirma que pese al aumento de la participación económica de las mujeres en el mercado de trabajo - de 34,5% en 1997 a 41% en 2010-, las mujeres continúan siendo las principales proveedoras de cuidado en los hogares, de modo tal que suelen aceptar trabajos más flexibles, con menor carga horaria, menor acceso a cargos jerárquicos y una desigualdad salarial importante en comparación con el hombre. En materia de violencia, el femicidio continúa siendo un flagelo en la sociedad argentina: está presente en todos los estamentos sociales y los denunciados son mayormente varones.
De acuerdo al Informe Anual del Observatorio de Femicidios del Defensor del Pueblo de la Nación del 2019, durante este año se registraron 280 víctimas de femicidio, entre las que se cuentan 5 casos de suicidios feminicidas, 25 femicidios vinculados, 10 trans / travesticidios y 24 violaciones asociadas (OFDPN, 2019). A ello se le agregan testimonios frecuentes de violencia obstétrica y el rechazo del Proyecto de Interrupción Voluntaria del Embarazo en Cámara de Senadores en agosto del 2018, iniciativa que fue apoyada masivamente por colectivos feministas en todo el país.
Un antecedente importante de la Argentina reciente es el Movimiento “Ni Una Menos”, creado en el año 2015 de forma asamblearia y transversal como respuesta frente a una fuerte ola de violencia y femicidios que acosaban a la población femenina y trans en el país. Dicha oposición dio origen a una marcha histórica y multitudinaria el 3 de junio de 2015 con fuertes repercusiones en otros países de América Latina y Europa.
Como señala Meler (2018) hay una estrecha relación entre los avances en materia de derechos de las mujeres y las minorías sexuales y la crisis del capitalismo en el mundo. El debate sobre los efectos que producen determinadas relaciones sociales, políticas e íntimas de la intersubjetividad en función de las diferencias de género, se articulan con las tensiones al interior de las clases sociales, las diferencias étnicas y sus desigualdades.
El capitalismo por definición interviene en los modos de relación social comunitarios para poner en vigencia las jerarquías raciales, de clase y misóginas que requieren sus modos de producción. En este marco, resultan fundamentales los significantes que se ponen en circulación para hacer referencia a las mujeres y las disidencias, ya que los vínculos se ven fuertemente afectados por los discursos y prácticas que significan la diferencia y obstaculizan los avances en materia de igualdad jurídica y social.
Un modo de enfrentarse a la violencia en el contexto de lucha feminista reciente en América Latina, fue la utilización del concepto de 'sororidad' para nombrar las alianzas de las mujeres dentro del territorio, una forma de lazo político ante el avance de la crisis económica y el recrudecimiento de la agresividad por parte de algunos sectores. Es objetivo de este trabajo, analizar este significante desde un punto de vista que conjugue una mirada político filosófica de las movilizaciones sociales junto a una perspectiva psicoanalítica de la intersubjetividad y los fenómenos de masa.
MOVIMIENTOS SOCIALES Y AGENCIAMIENTO
Meler (2018) afirma que si bien la posmodernidad promueve la individuación y el derecho a la diversidad en los modos de expresión, orientación sexual, familia y estilos de vida, también es cierto que aún se encuentran subjetividades donde opera una represión eficaz de la sexualidad junto a otras que sufren angustia ante la soledad, el desamparo y el temor a la intrusión del semejante.
Algo similar ocurre a nivel de los lazos sociales, donde si bien se observa una fragilidad creciente en los vínculos que tienden a lo fugaz y los intercambios virtuales, también persisten “estructuras de interacción” (Tejerina y Agudo, 2016 en Meler, 2018) que confrontan los modos de exclusión de la época constituyéndose en recursos para la subjetivación (Meler, 2018). En este sentido, los movimientos sociales pueden comprenderse como “espacios de socialización” (Ibáñez, 2013 en Meler, 2018) donde poner en juego la creatividad en función de objetivos colectivos y promover el sentido de agencia de los sujetos.
Quizás una de las discusiones centrales que movilizan los feminismos actualmente, consiste en el derecho al agenciamiento y la autonomía corporal de los sujetos, en especial en aquellos dominios donde la decisión sobre el propio cuerpo toma un lugar primordial como son el libre ejercicio de la sexualidad, la identidad autopercibida, la modificación corporal, el trabajo sexual o la interrupción de los embarazos no deseados.
El cuerpo sentido como propio sobre el que se reclama derechos, implica también mortalidad, vulnerabilidad y contiene una dimensión pública que promueve una paradoja atendible, desde el momento que se trata de un cuerpo constituído desde su origen a través de la impronta que le confiere el Otro y el mundo (Butler, 2006).
La pugna por el derecho a la interrupción de embarazos no deseados o el uso de técnicas quirúrgicas y hormonales en la construcción de corporalidades acordes a identidades de género autopercibidas, confronta a los colectivos movilizados con fuertes resistencias provenientes de claustros institucionales y religiosos de todo tipo. El recorrido que inauguraron las agrupaciones trans y travestis por sus derechos a una vida digna implicó un gran avance desde el concepto de la diferencia sexual o de clase que predominaba en la vida pública, a un nuevo estatuto centrado en la diversidad (Fernández, 2009).
Las estadísticas muestran que hay un trans por cada 100000 varones o 300000 mujeres, y en pequeños países europeos, uno por cada 30000 varones y una de cada 100000 mujeres desean tratamiento quirúrgico. Dichas cifras confrontan a las instituciones con la existencia de corporalidades que anhelan transformarse en función de su deseo (Fernández, 2009).
Frente a estas demandas, se instituyeron prácticas de nominación que apelaron a la desacreditación por la vía de la psicopatología. En el campo de la salud particularmente, se promovieron categorías asociadas a la figura del 'trastorno' como forma de poner en cuestión la capacidad de decidir de los sujetos trans (Fernández, 2009). Y esto porque la estrategia que vincula el fenómeno trans con la locura o la enfermedad, busca reducir la problemática a un estado donde la relación entre lo voluntario y lo involuntario se ve perturbado (Foucault, 2011).
Como señala Foucault en 'Los anormales' (2011) lo que permite que un elemento de conducta figure como síntoma de una enfermedad es la distancia que esta adquiere con respecto a las reglas de orden y conformidad, definidas en relación a regulaciones familiares, administrativas y normativas. De allí que las interpelaciones que se producen desde los movimientos sociales feministas y disidentes apunten directamente al corazón de la norma que instituye el cuerpo como natural y el deseo como heterosexual de antemano.
Si la relación entre la normatividad política y social, la época y el cuerpo como agente de los deseos se ven fuertemente interpelados por los colectivos sociales y quienes les replican ¿se puede seguir luchando por la autonomía sin olvidar la interdependencia ineludible que configura la vulnerabilidad de un cuerpo que siempre requiere de otros? ¿Es la intersubjetividad el límite de la autonomía corporal y el agenciamiento de los sujetos o la condición para su emergencia, como lo demuestra la potencia de la lucha política y la movilización?
Como afirma Butler (2006):
“Que nuestra propia supervivencia pueda ser determinada por aquellos a los que no conocemos y a los cuales no podemos controlar de forma terminante indica que la vida es precaria y que la política debe tomar en consideración qué formas de organización social y política sostienen mejor las vidas” (p. 41).
SORORIDAD: ENTRE LA IDENTIFICACIÓN Y EL RECONOCIMIENTO
La “sororidad” es un concepto que surgió en el marco de los movimientos feministas del siglo XXI, como una alternativa política fundada en el reconocimiento mutuo, la identificación positiva y la alianza cooperativa entre mujeres. Si bien fue la norteamericana Kate Millet en la década del 1970 la primera en hacer referencia a la 'sisterhood' como hermandad, es la antropóloga mexicana Marcela Lagarde (2009) en Latinoamérica quien utiliza el término por primera vez para referirse a los pactos y agendas que construyen ciudadanía entre las mujeres.
Como concepto, tiene sus antecedentes en el apoyo recíproco, solidario y por lo general privado, del ámbito doméstico, que se realizó históricamente entre las mujeres. Sororidad proviene del latín 'soror' que significa hermana e 'idad' que implica relación, relativo a, en calidad de (Lagarde, 2009).
Se utiliza para enunciar los principios ético políticos de la equivalencia, la relación par, la confianza, el reconocimiento recíproco y el apoyo entre mujeres, de forma tal que conduce a una dimensión no sólo teórica sino también práctica del feminismo contemporáneo. Lagarde (2009) afirma que el objetivo de la sororidad es producir una experiencia de alianza existencial y política “cuerpo a cuerpo, subjetividad a subjetividad con otras mujeres, para contribuir con acciones específicas a la eliminación social de todas las formas de opresión y al apoyo mutuo para lograr el poderío genérico de todas y al empoderamiento vital de cada mujer”.
Su potencia radica en darle carácter normativo al pacto político entre mujeres y contribuir a los movimientos feministas en la generación de una agenda política propia. Su fundamento epistemológico y psicodinámico, se funda en la dimensión del reconocimiento, la identificación y la intersubjetividad en términos amplios.
Si se piensa la sororidad desde un punto de vista psicoanalítico, es innegable siguiendo a Freud (1921) que en la vida anímica de los individuos, los demás siempre ocupan algún lugar ya sea como modelos, objetos, auxiliares o enemigos.
En “Psicología de la masas y análisis del yo” (1921) Freud afirma que toda psicología individual es a la vez social y que la psicología social o de las masas se ocupa de estudiar la influencia simultánea ejercida sobre el individuo por un gran número de personas con quienes tiene una ligazón determinada. En el texto, retoma a Trotter (1916) para hacer referencia a un 'instinto gregario', el cual sería innato en los seres humanos y algunas especies animales. Desde el punto de vista biológico, se configura como una prosecución del carácter pluricelular de la vida y en los términos de la teoría libidinal, como la tendencia de todos los seres vivos de una misma especie a formar unidades cada vez más amplias.
Freud (1921) distingue entre las uniones fundadas en la satisfacción pulsional, la conducción de un líder o aquellas que se organizan en torno a ideales comunes. Afirma que en el proceso de reunión social, pueden desaparecer todas las inhibiciones y abrirse paso a la satisfacción de todos los instintos crueles, brutales, destructivos; pero también, bajo el influjo de la sugestión, las masas son capaces de elevadas muestras de abnegación y desinterés en nombre del bien común.
Si bien el autor se detiene a analizar la función de los líderes de masas como aquello que uniría más fuertemente a los individuos entre sí, no deja de afirmar que el rol del conductor puede ser sustituido por una idea abstracta, por una tendencia compartida o un deseo del que la multitud quiera participar (Freud, 1921).
Es notable que la cohesión de los movimientos feministas actuales no puede ubicarse en función de un líder o individuo determinado, pues su funcionamiento general radica en un formato de tipo asambleario. Esto permite introducir la dimensión libidinal que comportan estos tipos de uniones basados, en todo caso, en ideales comunes.
Freud (1921) afirmó que uniones de ese estilo tienen su fundamento en la libido pulsional de meta sexual inhibida, aquellas pulsiones que pueden sintetizarse como 'amor' y que incluyen el amor a sí mismo, el amor filial, el amor a la humanidad y la consagración a objetos e ideas comunes. Esta ligazón afectiva a los otros conoce su más temprana exteriorización en la identificación, un proceso en el cual un sujeto asimila un aspecto o atributo de otro y se transforma sobre el modelo de éste.
La identificación es un concepto que abarca toda una serie de empleos psicológicos como son la imitación, la empatía, la simpatía y el contagio, entre otros (Laplanche y Pontalis, 2004). En 'Psicología de las masas y análisis del yo', Freud (1921) distingue tres formas de identificación:
1. Como forma originaria de un lazo afectivo con un objeto, al modo de una identificación preedípica, primaria, propia de la organización libidinal oral en la que el objeto anhelado puede incorporarse por devoración.
2. Como sustituto regresivo de un objeto libidinal abandonado, cuyo paradigma consiste en la apropiación de rasgos de los objetos incestuosos edípicos que deben abandonarse.
3. Y por último, la identificación que prescinde de satisfacción sexual y se basa en elementos comunes del sujeto con otros a quienes se halla ligado por función de comunidad o por desplazamiento. El ejemplo paradigmático es para Freud (1921) la identificación histérica en el síntoma, basada en el deseo compartido de ser amado.
La sororidad entendida como identificación, se relaciona con una suerte de empatía fundada en una identificación del tercer tipo; es decir, en aspectos de comunidad recíproca en función de deseos comunes. Como ligazón, se organiza sobre mociones libidinales de meta inhibida propias de los fenómenos de masa (Freud, 1921). Sin embargo, esto implicaría una suerte de relación basada en la semejanza, mientras que la sororidad también puede pensarse en función de una forma de reconocimiento mutuo que reconoce la diferencia.
El reconocimiento se trata de un proceso en el que el sujeto y el Otro no se fusionan al modo de una incorporación ni una proyección que elimina la alteridad recíproca. Butler (2006) retoma a Jessica Benjamin para señalar que la intersubjetividad no es una relación de objeto, porque añade la dimensión de un Otro externo que excede cualquier fantasía de complementariedad. Reconocer implicaría descubrir que el Otro no tiene como centro de su historia al sujeto.
Butler (2006) aborda la dinámica del reconocimiento a partir de la 'Fenomenología del Espíritu' de Hegel (1981) para decir que la pérdida de uno mismo es condición para el encuentro con el Otro. En la consciencia, el sujeto puede encontrarse a sí mismo sólo a través de la pérdida de sí en el reflejo del Otro. El yo se transforma a través del encuentro con la alteridad y no regresa nunca a un estado anterior de sí, si no que se convierte en algo que nunca había sido. La diferencia lo lanza a un futuro irreversible.
Para Butler (2006) esta es una perspectiva sobre la relacionalidad derivada de Hegel (1981) en la que se afirma que el yo busca y ofrece reconocimiento, pero que no deja de revelar que el yo está siempre posicionado de antemano fuera de sí mismo. No hay existencia por fuera de esa relación y no puede pensarse en el yo por fuera de los efectos de descentramiento que la misma relacionalidad implica.
El suceso del reconocimiento recíproco del sujeto y el otro, se funda en el deseo y la autorreflexión. Es en virtud de las similitudes estructurales que existen, que el otro puede leerse como estando en el lugar del sujeto, amenazando su existencia unitaria. A la vez que el sujeto produce un deseo que necesita de aquel Otro por el que teme ser capturado. Sin este vínculo apasionado de deseo con el Otro y el temor a la transformación que esto implica, no podría haber reconocimiento alguno (Butler, 2006).
La sororidad entendida como pacto y agenda común entre mujeres, se produce dentro de un contexto de psicología de masas y movilización social que introduce la dinámica libidinal de la identificación, de la empatía. En este punto, se trata de un fenómeno que puede atravesar a las mujeres en su conjunto de forma tal que no se diferencien entre sí. Sentir como propia la historia de sufrimiento de otra mujer tiene como potencia la capacidad de producir un horizonte ético común que funda el pacto colectivo de lucha.
Sin embargo, la sororidad no deja de introducir la paradoja del reconocimiento allí donde emerge la diferencia de la otra en su alteridad constitutiva. En especial, si esto implica reconocer el campo amplio de las disidencias sexuales, las diferencias de clase, étnicas, religiosas, entre otras. La sororidad como concepto intersubjetivo tiene un carácter contradictorio allí donde produce universales feministas que no deben eludir la multiculturalidad. En especial si se tiene en cuenta que algunas nociones pueden tomar un carácter imperialista si se exportan a cualquier contexto.
ALGUNAS CONCLUSIONES
La intersubjetividad es un campo productor de paradojas, allí donde lo más propio de la subjetividad y el sujeto entra en relación de constitución con el Otro/otro y su alteridad intrínseca. En el contexto actual, múltiples colectivos políticos feministas y disidentes buscan producir la ampliación de derechos ciudadanos y subjetivos. Aspectos como la autonomía para decidir sobre el propio cuerpo en relación a la ética de la reciprocidad, la vida y lo comunitario, se hallan en el centro de las contiendas a lo largo y ancho del mundo.
En el contexto latinoamericano y español en particular, el concepto de 'sororidad' cobró relevancia para nombrar una forma de agenciamiento político y transversal fundado en la identificación recíproca y el pacto. Pese a ello, no excluye la tensión de reconocimiento de la diferencia entre sujetxs que esto supone. Y esto porque la vida psíquica humana se caracteriza por oscilar entre las relaciones de objeto entendidas desde un punto de vista freudiano y el reconocimiento del Otro como externo (Benjamin, 1999 en Butler, 2006).
Si en busca de una agenda política común los movimientos sociales feministas convierten particulares concretos en una unidad con forma universal, no por ello habría que olvidar que esta reducción puede producir una suerte de violentamiento simbólico de la diferencia (Fernández, 2012).
La pobreza, las diferentes etnias y culturas, las lesbianas, etc. no siempre se encuentran representadas en la categoría 'mujeres' que construyen los feminismos. Se trata de una de las preguntas claves que abren los Estudios de Género: ¿Cómo se puede basar la teoría feminista en un carácter único de la experiencia femenina sin reificar con ello una sola definición de la feminidad haciéndola paradigmática y sucumbir a un discurso escencialista? (Fernández, 2012).
Quizás sea indispensable recuperar allí la diversidad para pensar la intersubjetividad y hacer frente a la homogeneidad, el pensamiento único y la dominación cultural basada en jerarquías de la diferencia.
REFERENCIAS:
BUTLER, J. (1990) El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad. Ed. Paidós. España.
BUTLER, J. (2006) Deshacer el género. Ed. Paidós. Argentina.
CHAER, S. (2011) La igualdad-desigualdad de género en cifras. AmecoPress, Información para la igualdad. Argentina.
FERNÁNDEZ, A. M. (2009) “Tiempos out of joint. ¿La diferencia desquiciada?”, en Las Lógicas sexuales: amor, política y violencia. Ed. Nueva Visión, Argentina.
FERNÁNDEZ, A. M. (2012) La mujer de la ilusión. Pactos y contratos entre hombres y mujeres. Ed. Paidós. Argentina.
FOUCAULT, M. (2011) Los anormales. Ed. Fondo de Cultura Económica. España.
FREUD, S. (1921) Psicología de las masas y análisis del yo. Obras Completas, Tomo XVIII. Ed. Amorrortu. España.
HEGEL, G. W. F. (1981) Fenomenología del Espíritu. Ed. Fondo de Cultura Económica. España.
LAGARDE, M. (2009) “Pacto entre mujeres. Sororidad”. Publicado por la Coordinadora Española para el lobby europeo de mujeres.
LAPLANCHE, J. y PONTALIS, J. B. (2004) Diccionario de Psicoanálisis. Ed. Paidós. Argentina.
MELER, I. (2018) “Reivindicaciones de género en los nuevos movimientos sociales”. Ponencia presentada en el XV Congreso Metropolitano de Psicología 'Nuevos desafíos en el campo de la salud mental en contextos actuales', UMET. Argentina.
OBSERVATORIO DE FEMICIDIOS del DEFENSOR DEL PUEBLO DE LA NACIÓN (2019) Informe Anual. Argentina.