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COINCIDENCIAS DEL PSICOANÁLISIS CON LOS ESTUDIOS QUEER

COINCIDENCIAS DEL PSICOANÁLISIS CON LOS ESTUDIOS QUEER

El 17 de noviembre del 2019 Paul B. Preciado participó de las 49º Jornadas de la École de la Cause Freudienne, donde instó a la comunidad analítica a producir una nueva epistemología que permita la redistribución de la soberanía y el reconocimiento de otras formas de subjetividad política (Preciado, 2019). En ese camino, el presente artículo se propone ofrecer tres puntos de coincidencia entre el psicoanálisis y los estudios queer, para abonar a la intersección transdisciplinaria que requiere la época, antes que desestimar la discusión en vías de las diferencias teóricas existentes. 

PROMISCUIDAD INTELECTUAL 

Una de las primeras aclaraciones necesarias a los fines de este artículo es la imposibilidad de representar todas las corrientes teóricas existentes. Existen muchas versiones del psicoanálisis y de los feminismos, muchas escuelas acorde a los distintos países, diversas orientaciones y autores, muchos de las cuales se oponen entre sí. En este artículo se recoge, por un lado, una versión de los feminismos más cercana a los estudios queer y una lectura freudolacaniana del psicoanálisis.

Se comparte lo que Ana María Fernández (2012) en Argentina instituyó como “(...) un campo de problemáticas, de múltiples atravesamientos. [Donde es necesario] recurrir a epistemologías trans-disciplinarias que desdisciplinen los territorios consagrados de los saberes involucrados, y gestionen nuevos caminos institucionales alejados de las formas corporativas.” (p. 51) La autora considera que es necesario “(…) abrir visibilidad a la dimensión política de la vida privada (…) Incluir la dimensión política en la construcción de la subjetividad [ya que] el sentido se adquiere por diferencia, pero en una cultura donde toda diferencia se jerarquiza” (pp. 112-113). 

Esta apuesta epistemológica debe incluir la dimensión dialéctica que muchas veces suele polarizarse a nivel teórico. Esto es, por un lado, la concentración de la versión subjetivista que adjudica a características inconscientes lo que también se inscribe en un conflicto social y político; y por el otro, un sesgo puramente económico y sociológico, que invisibiliza la dimensión imaginario- deseante de estos mismos conflictos (Fernández, 2012). 

Se trata en definitiva de no reducir la complejidad de una problemática a aquello que puede ser pensado desde el enfoque restricto de una disciplina. Sostener una suerte de “promiscuidad intelectual” (Daniela Godoy, 2018) en función de la paradoja que inauguran el Lenguaje y lo Simbólico: por un lado, su dimensión de ley estructural que antecede al sujeto y que indica la existencia irreductible de un real ajeno a éste; y por el otro su dimensión de práctica cultural, ideológica, su lectura como acontecimiento. 


NO SE NACE MUJER 

Una de las primeras coincidencias posibles de establecer, reside en que tanto el psicoanálisis como los estudios queerrechazan el origen estrictamente biológico de la identidad de género y la orientación sexual, que tampoco se desprendería de un modo lineal de esta identidad. El famoso lema de Simone de Beauvoir “No se nace mujer, se llega a serlo”, inaugura una dimensión sin retorno para los feminismos. 

Si bien el psicoanálisis lacaniano no trabaja con el concepto de género, comparte con las teorías de este campo el rechazo a una explicación anatómica o fisiológica en el advenimiento de una posición sexuada. Hablar de sexuación con Lacan implica el sujeto en tanto es atravesado por una elección, una ‘asunción’. 

El cuerpo y la sexualidad en psicoanálisis no son la genética, la fisiología. Marie-Hélène Brousse, en su conferencia “¿Qué es una mujer?” (2000) señala: 

“El hecho de que los significantes no tengan un sexo y que, sin embargo, en el orden humano, tengamos sexo a partir de significantes, es decir que la sexualidad humana se despliega en el campo del lenguaje y de la palabra: este es el punto de vista del psicoanálisis. El psicoanálisis no se interesa particularmente en la biología, en las hormonas, ni siquiera en las prácticas sexuales. No es una sexología. Por lo tanto, el campo de la sexualidad en el discurso analítico es primero el campo de la palabra, y entonces también del lenguaje” (p. 5). 

Esto quizás no sería tan fácil de sostener desde Freud (1933), para quien la anatomía tenía mucho de destino. Aspectos como el complejo de castración en el niño o la envidia del pene en la niña, se fundan en la constatación de la ausencia de dicho miembro en la niña. 

Lacan hace un intento de relectura a partir de los tres registros -lo simbólico, imaginario y real- donde la premisa de la existencia universal del pene en la etapa fálica señalada por Freud, es vinculada al falo como función significante de la castración, ordenadora de las diferencias entre lo masculino y lo femenino. 

Si bien la separación del pene y su transformación en fantasía, por ejemplo en la serie pene – heces – niño- regalo, apoya vigorosamente una interpretación simbólica del mismo (Fernández, 2012), esto no resuelve la complejidad política de la significación del falo, muy criticada por psicoanalistas feministas postestructuralistas como Luce Irigaray (1977). 

Ambas teorías también comparten una concepción del yo y de la función de la identidad como algo no siempre estable y determinante del sujeto. Del mismo modo, los feminismos llevan a cabo una fuerte oposición contra la legislación no voluntaria de la identidad, por el derecho a la fluidez de género y en pos de que la identidad no sea un prerrequisito para la participación política (Butler, 2004). Si bien la autonomía corporal se sostiene como un objetivo político -en especial frente al avance de la violencia psiquiátrica, médica y estatal que interviene sobre los cuerpos trans, intersex, sobre el derecho a la interrupción del embarazo, entre otros-; al mismo tiempo, el campo queer no deja de afirmar el carácter paradojal del cuerpo y su constitución en manos de otres, en función de su vulnerabilidad intrínseca. 

Pese a ello, es importante destacar que esta postura no está vigente de modo homogéneo al interior de los feminismos. El feminismo radical, por ejemplo, considera que el desplazamiento trans puede leerse como una suerte de apropiación espuria de la feminidad, como si ésta se fundara en el sexo (en los casos que denominan 'hombre a mujer'). Por otra parte, en los casos que llaman de 'mujer a hombre', se trataría de eludir la feminidad como una posición degradada (Butler, 2004); lo que entra en consonancia con una visión androcéntrica de la feminidad. 


LA MUJER UNIVERSAL NO EXISTE 

Otro punto en común en ambos discursos, es la falta de un universal que pueda dar cuenta de que es lo femenino. La pregunta por quién es y ha sido el sujeto del feminismo fue movilizada en gran medida por los estudios decoloniales, la crítica materialista lesbiana de Wittig (1992), entre otras. 

Se trata de una de las preguntas claves que abren los Estudios de Género y Feminismos: ¿Cómo se puede basar la teoría feminista en un carácter único de la experiencia femenina sin reificar con ello una sola definición de la feminidad considerada como paradigmática – esto es, sin sucumbir a un discurso esencialista sobre el género? (Fernández, 2012). 

Puede comprenderse que las feministas de principios del siglo XX, consolidaran la idea de ‘la mujer’ en el marco de luchas y reivindicaciones en materia de derechos, lo que consistía en una toma de conciencia, casi marxista, del lugar de opresión que se habitaba en relación a los hombres, al modo de una conciencia de clase. 

Esto que pudo concebirse en términos de objetivos de representatividad política, fue luego fuertemente criticado por otras líneas teóricas que se dedicaron a cuestionar la heterosexualidad como norma, a lo largo del siglo XX ¿Son las mujeres negras, las mujeres pobres, las mujeres trans, las lesbianas, etc. representadas en 'las mujeres' de acuerdo, por ejemplo, a las versiones feministas liberales? Y aún más, ¿en que medida la misma categoría de mujeres no adquiere su estabilidad en función de la matriz heterosexual? (Butler, 1990). 

El problema de la representación consiste en que, si bien procura de un procedimiento político de ampliación de visibilidad y legitimidad de las mujeres como sujetos, produce la reducción del amplio espectro de los particulares concretos en una lógica de la identidad que tiene mucho de violentamiento simbólico (Fernández, 2012). Si el género no se constituye de forma coherente o consistente en diferentes contextos históricos, es porque existen modalidades sexuales, regionales, raciales de identidad que no permiten que la categoría se separe de la intersección política en la que se produce (Butler, 1990). 

En psicoanálisis por otro lado, Lacan afirmó en sus ‘Fórmulas de la sexuación’, la imposibilidad de establecer lo femenino como un universal. A partir de 1970 abordó la cuestión de la sexualidad a partir de la lógica, donde introdujo el axioma “La” mujer no existe, barrando el artículo definido “la”. Mediante esta operación intentó señalar el aspecto de contingencia de lo femenino, posición que no se encuentra atravesada por la excepción fálica que hace conjunto (Gutierrez Prieto, 2005). Busca volver prevalente el artículo indefinido ‘un, una’, al hablar de una mujer, con pretensión de tener en cuenta las singularidades y ya no más su funcionamiento en términos de universal (Brousse, 2000, p.13). 

También Freud hasta el final de su obra, sostuvo el deseo femenino como un enigma, una suerte de límite para el psicoanálisis. Si bien no es posible acompañar gran parte de estas afirmaciones, por las objeciones que despierta la aporía falogocéntrica de la mujer como 'continente negro' en psicoanálisis, es innegable que muches analistas en la actualidad no intentarían, en principio, prescribir de que se trata una mujer. 

'Mujer', 'hombre', 'padre', 'hijo' adquieren consistencia por su repetición y en psicoanálisis serían considerados como significantes sin una gran objetividad a priori, sino a partir de su articulación en un entramado significativo que se actualiza en cada caso (Eidelsztein, 2019). 


HABITAR LA PALABRA 

Por último, es tiempo de mencionar la convergencia que es posible establecer en torno a la capacidad de separación y lo que podría pensarse como agenciamiento de los sujetos. 

Si se considera el género como performativo desde la óptica de Butler (1990), ello permite introducir la fragilidad constitutiva de la matriz heterosexual en su calidad de producción de géneros y sexualidades. La teoría de la performatividad da cuenta de la posibilidad de agenciamiento de los sujetos, de fracturar el discurso dominante o quebrar su norma. En la medida que el género existe por recitación, por estabilidad de una cadena discusiva a lo largo de la vida de un sujeto, ello permite que bajo determinadas condiciones se produzcan citas descontextualizadas, citas divergentes. 

Al efecto material que operan los significantes o categorías de una cultura dada (según leamos desde el psicoanálisis o el feminismo materialista) sobre los cuerpos y los sujetos, es posible anteponerle el ejercicio de la pregunta que ejerce una separación. A través de la práctica clínica, la pregunta '¿porqué lo hago?' abre una suerte de brecha donde la alienación al discurso del Otro/otre puede ser puesta en cuestión. 

Aunque no se dirá que los feminismos son una práctica clínica, es innegable que su interseccionalidad política, crítica filosófica, redes comunitarias y deconstrucción de prácticas de la intimidad, el deseo y el poder, trabajan por volver más habitables las condiciones de vida, por disminuir la desigualdad, el malestar, la marginalidad y el sufrimiento. A través de la legitimación de la propia palabra, ambos discursos operan en la dirección de producir verdades propias singulares frente a la condición de ser hablades por otres. 


REFERENCIAS:

BEAUVOIR, S. (1969) El segundo sexo. Ed. Siglo Veinte. Argentina 

BROUSSE, M. H. (2000) “¿Qué es una mujer?”. Conferencia en Montreal. Extraído de: http://www.psicoanalisisinedito.com/2015/04/marie-helene-brousse-que- es-una-mujer.html 

BUTLER, J. (1990) El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad. Ed. Paidós, Argentina 

BUTLER, J. (2004) Deshacer el género. Ed. Paidós, Argentina. 

EIDELSZTEIN, A. (2019) “Diferentes posiciones psicoanalíticas frente al sexo, la sexualidad y el género”. Disponible en: https://www.eidelszteinalfredo.com.ar/

FERNÁNDEZ, A. M. (2012) La mujer de la ilusión. Pactos y contratos entre hombres y mujeres. Ed. Paidós, Argentina 

FREUD, S. (1933) Nuevas Conferencias de Introducción al Psicoanálisis. Conferencia nº 33: “La feminidad”. Obras Completas, Tomo XXII. Ed. Amorrortu, España. 

GODOY, D. (2018) Seminario “Una Introducción al pensamiento de Judith Butler”. Colegio de Psicólogos de la Provincia de Santa Fe – 1era. Circunscripción. 

GUTIERREZ PRIETO, M. (2005). “Psicoanálisis y Género. La Subjetividad de las Diferencias entre los Sexos”. En Convergencia. Revista de Cs. Sociales, vol 12. México: Universidad Autónoma del Estado de México. 

IRIGARAY, L. (1977) Ese sexo que no es uno. Ed. Akal, España 

PRECIADO, P. B. (2019) “Intervención en las Jornadas nº 49 de la École de la Cause Freudienne 'Mujeres en Psicoanálisis'”. 

WITTIG, M. (1992) El pensamiento heterosexual y otros ensayos. Ed. Beacon Press, Estados Unidos 

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